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En el universo de las plantas de interior, pocas especies han conquistado tantos hogares como la lengua de suegra. Su resistencia, su porte elegante y su facilidad de cuidado la convirtieron en una aliada perfecta para quienes buscan verde sin demasiadas complicaciones. Pero más allá de la decoración, existe un detalle que intriga a muchos: la costumbre de colocar sal gruesa en la superficie de su maceta.
La práctica, difundida en redes sociales y transmitida por la tradición popular, despierta tanto curiosidad como escepticismo. Para algunos, es un ritual cargado de energía protectora, mientras que otros lo interpretan como un simple gesto estético sin consecuencias reales para la planta. El debate se instala entre quienes creen en lo simbólico y quienes priorizan el aspecto científico.
Lo cierto es que la lengua de suegra, también llamada Sansevieria, se rodea de historias y recomendaciones que van más allá de su mantenimiento básico. Y en este escenario, el agregado de sal aparece como un truco casero que divide opiniones. ¿Sirve realmente? ¿O se trata solo de un recurso de la tradición? La respuesta, como en muchos casos, está a medio camino entre lo práctico y lo cultural.
En términos de jardinería, la sal no funciona como un fertilizante. No aporta los nutrientes esenciales que la planta necesita, como nitrógeno o fósforo. De hecho, un exceso salino podría perjudicar sus raíces y afectar la capacidad de absorber agua. Por eso, los especialistas recomiendan usar este recurso en cantidades muy moderadas y discretas.
Entonces, algunos se preguntarán por qué tantas personas lo utilizan. La clave está en el simbolismo. Desde tiempos antiguos, la sal se consideró un elemento de purificación y protección. En este contexto, colocar algunos granos sobre la tierra se interpreta como una forma de crear una barrera contra las malas energías que pudieran circular en el ambiente.
La práctica se asocia además con el feng shui, disciplina que busca equilibrar la energía de los espacios. Según esta filosofía, la lengua de suegra aporta una vibración dual: puede ser positiva si está bien ubicada, o generar cierta tensión si sus hojas puntiagudas apuntan hacia zonas de descanso. La sal actuaría como complemento para reforzar su lado más protector.
Para quienes deseen ponerle sal, los expertos sugieren un método sencillo: esparcir una capa fina de sal gruesa sobre la superficie de la tierra, alrededor del tallo, sin cubrirlo por completo. Quienes comulgan con esta filosofía, tienen que repetir el gesto una vez al mes, evitando el abuso que podría alterar la salud de la planta.
Más allá de su efectividad tangible, el ritual genera un vínculo emocional. Cuidar de una planta no solo implica regarla y ofrecerle luz, sino también conectarse con los gestos que nos transmiten calma. En este caso, la combinación de la lengua de suegra con la sal se convierte en un recordatorio de bienestar cotidiano y de la importancia de mantener la armonía en el hogar.
Al final, cada maceta refleja algo más que un detalle decorativo: es un espejo de creencias, costumbres y modos de habitar. Y si un simple puñado de sal gruesa contribuye a que nos sintamos más tranquilos, la práctica, más que un truco, puede transformarse en un ritual personal que une lo estético con lo espiritual.
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La noticia
Por qué muchos ponen sal gruesa en la tierra de su lengua de suegra
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Decoesfera
por
Joana Costa
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Escrito por Redacción Terra FM
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