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El caso de la maldición de Ammons es una historia real reciente de Indiana que ha inspirado la película de Netflix ‘La liberación’ (The Deliverance), que ha llegado al número uno de la plataforma en 50 países y viene dirigida por Lee Daniels, el cineasta que se dio a conocer con ‘Precious’. El caso real de Latoya Ammons fue relatado en el libro sobre este ‘The House of Hell’, supuestamente relatando el que es uno de los sucesos paranormales de posesión más documentados de este siglo, y por cuyos derechos la plataforma pagó la friolera de 65 millones de dólares en una puja.
La película, aunque es una dramatización, se basa en gran medida en los hechos reales que la familia Ammons afirmó haber sufrido, pero sin utilizar los nombres reales y tomándose unas cuantas libertades para explorar las angustiosas experiencias de la familia y la posterior lucha contra lo sobrenatural frente al escepticismo de las autoridades. En su momento, los hechos fueron conocidos como los de ‘la casa de los 200 demonios’, en la que hubo supuestas actividades paranormales en Gary, Indiana, a partir de 2011. El caso acaparó la atención nacional cuando se hizo público en enero de 2014, lo que provocó un aluvión de cobertura mediática.
Según los informes, la familia comenzó a experimentar sucesos extraños poco después de mudarse a la casa en el 3860 de Carolina Street. Enjambres de moscas negras, ruidos inexplicables, figuras sombrías e incluso ataques físicos de fuerzas invisibles fueron algunos de los fenómenos descritos. La situación se agravó hasta el punto de que intervinieron los servicios sociales para la Infancia y un sacerdote local realizó una serie de exorcismos, teóricamente hay documentación que atestigua que el niño caminó del revés por la pared de un hospital.
Existe un documental titulado ‘Demon House’ dirigido por Zak Bagans, presentador y productor del programa ‘Ghost Adventures’ de Travel Channel, que compró la casa y posteriormente la demolió tras rodar el largometraje, que se estrenó en 2018. El caso sigue siendo objeto de debate entre escépticos y creyentes que confrontan los factores psicológicos y sociales con la posibilidad de que lo que pasó fuera cierto. Sea como sea, es otro testamento fascinante de cómo los sucesos de la vida real pueden infiltrarse en la cultura popular y dar lugar a películas de Hollywood.
Esta ‘La liberación’ podría ser el equivalente de ‘Terror en Amityville’ para la comunidad afroamericana, no solo por cómo sigue los pasos de aquella 40 años después, confrontando el aspecto económico de una clase media-baja constreñida por las presiones inmobiliarias en una sociedad cada vez más sesgada y capitalista, sino porque parece rescatar algunos de los tropos que aquella popularizó, desde la invasión de moscas, el pasaje al infierno en el sótano a los crímenes cometidos en el pasado entres las paredes del edificio.
La presentación de la idea difiere, eso sí, en que aquí se despliega un digno drama doméstico sobre el ciclo de abuso parental que guarda el terror para su desquiciado tramo final. El director trata de dar matices de gris a un caso que plantea un conflicto social asociado a la pobreza, dejándose llevar por su tendencia al misery porn, pero al mismo tiempo respetando la autonomía de sus personajes dañados, creando un interés genuino en sus vidas. Por un momento no importaría saber si esta película es de terror o no.
Durante su primera hora, ‘La liberación’ consigue hacer un reflejo bastante interesante entre un caso de posesión y el alcoholismo, la clase, dinámicas familiares erráticas y conflictos raciales… El terror asoma de fondo, pero todo el conjunto es una inédita variación social del modelo ‘Expediente Warren’, solo que con bastante escasez y desinterés en intercalar momentos inquietantes. Cuando llega el horror el cambio de tono es radical y la forma de reflejarlo de Daniels se mueve entre lo genérico a lo grotesco, en la misma clave que los excesos del cine indonesio de posesiones más reciente, o al menos con la misma falta de vergüenza.
El exorcismo es divertido y disfrutable si uno cambia el chip, pero al confrontarse con una solemnidad de drama tan serio acaba cayendo en la comedia involuntaria más disparatada. La presencia de Glenn Close, de nuevo como representación de la white trash en sintonía con su elegía Hillbilly, conduce la película a una senda de camp por el tratamiento del director a su personaje, que se torna especialmente delirante en el grotesco tramo final, ya pasto de memes virales y posts en twitter que, sin contexto, parecen algo salido de una baratija.
Puede sorprender que la película sea una pieza tan delirante habiendo costado más de 100 millones de dólares con la subasta incluida, pero lo que nunca esconde que es la obra de un creyente, lo que siempre sugiere una convicción ciega que traspasa la pantalla. Daniels no es capaz de separar la línea entre ficción y la catequesis y su final es una explosiva búsqueda de la catarsis purificadora a través de la oración en el que la única salida para la protagonista y sus problemas es la conversión, básicamente un opuesto filosófico a lo que proponía ‘Misa de Medianoche’ de Mike Flanagan.
Pero su guion no es secretamente reaccionario, sino que se vende de frente como una de esas películas moralistas de Lifetime que parecen estar financiadas por corporaciones evangélicas. No es ese su defecto, sino su incapacidad para crear inquietud a partir de una historia que podría resonar en la actualidad por el buen envoltorio social que construye, un pecado capital para el señor Daniels, que podría pasar por venial si no estuviéramos en un año de estrenos espectaculares para el género, incluido el cine indonesio con expresiones chabacanas tan disfrutables como carentes de este aura de prestigio tan garrafal de ‘La liberación’.
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La noticia
Netflix pagó 65 millones de dólares por los derechos de este escalofriante caso real de posesiones. Ahora la película es número uno en 50 países
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Espinof
por
Jorge Loser
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Escrito por Redacción Terra FM
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