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En 2014, hace ahora 10 años, la NASA otorgó contratos de precio fijo a SpaceX y Boeing para desarrollar dos naves capaces de llevar astronautas a la Estación Espacial Internacional.
El sector espacial estaba acostumbrado a los contratos cost-plus, en los que la NASA asumía el total de los gastos, así como un pago adicional para que la empresa obtuviera beneficios. Con el objetivo de incentivar la innovación, esta vez la NASA pidió a las empresas que pusieron un precio a sus desarrollos y asumieron el riesgo de cualquier sobrecoste.
SpaceX y Boeing ganaron el concurso público imponiéndose a las opciones de Blue Origin y Sierra Space. SpaceX recibió 2.600 millones de dólares por el desarrollo de la Crew Dragon, una nave basada en en la Dragon de carga que acababa de ser probada con éxito. Boeing recibió 4.200 millones de dólares por una nave nueva, la CST-100 Starliner.
El programa bajo el que se firmaron sendos contratos se llamó Commercial Crew Program: las naves espaciales serían propiedad de sus fabricantes y estarían operados por estos, pero proporcionarían a la NASA el transporte de hasta cuatro astronautas como servicio comercial.
Cada contrato requería cuatro demostraciones para lograr la certificación de vuelos comerciales de la NASA: una prueba de escape de emergencia en la plataforma de lanzamiento, una prueba de vuelo orbital sin tripulación, una prueba de escape de emergencia en pleno lanzamiento y una prueba de vuelo orbital con tripulación.
Ambas naves debían haber completado estas pruebas y empezado a operar en 2017, pero se retrasaron una y otra vez, obligando a la NASA a comprar asientos adicionales a Rusia en sus cápsulas Soyuz.
SpaceX completó con éxito la última demostración de la nave Crew Dragon en 2020, lanzando a los astronautas Bob Behnken y Doug Hurley a la Estación Espacial Internacional y trayéndolos de vuelta con éxito. Desde entonces ha volado 12 veces, ocho de ellas para la NASA, que hace una rotación de astronautas cada seis meses.
En cuanto a Starliner, ha seguido retrasándose hasta hoy. Su primer vuelo sin tripulación tuvo lugar en 2019, pero no alcanzó la Estación Espacial Internacional debido a un fallo de software: el temporizador de la misión se había desincronizado y los motores quemaron el combustible antes de tiempo. Después, la nave estuvo varada durante meses por unas válvulas corroídas que Boeing acabó rediseñando.
En 2022, Boeing logró que la nave llegara por fin a la estación espacial, pero un problema con el paracaídas y nuevas válvulas defectuosas retrasaron la primera prueba tripulada hasta junio de 2024. Fue el 5 de junio cuando los astronautas Butch Wilmore y Suni Williams (de 61 y 58 años) despegaron a bordo de la Starliner, a pesar de que se había detectado una «pequeña fuga de helio» que nunca se arregló.
La nave llegó a la Estación Espacial Internacional al día siguiente con nuevo susto en pleno vuelo. Se hallaron varias fugas adicionales de helio, y en la aproximación final fallaron hasta cinco propulsores del sistema de maniobra. Cuatro de ellos pudieron recuperarse, pero el problema ha acabado condenando la última prueba de Boeing.
El retorno de los astronautas era la única demostración que le quedaba a Boeing para empezar a operar, pero la NASA no confía lo suficiente en la nave y ha optado por enviar una Crew Dragon con dos asientos vacíos y dos trajes de sobra para que Butch y Suni vuelvan a casa con SpaceX.
La Starliner volverá vacía a la Tierra a principios de septiembre. Es la mayor humillación que podía sufrir el programa espacial de Boeing a estas alturas, pero hay un castigo más tangible: las pérdidas millonarias.
El programa Starliner ha sufrido tantos retrasos y sobrecostes que Boeing no solo ha dilapidado el contrato de precio fijo de la NASA y los vuelos que tiene contratados (un total de 5.100 millones de dólares de dinero público): la Starliner es para Boeing la ruina más absoluta.
Boeing ha perdido 1.600 millones de dólares con Starliner. Y ese gasto solo puede aumentar en los próximos meses ahora que la compañía y sus proveedores (en este caso, Aerojet Rocketdyne) tienen que arreglar el sistema de propulsión que causó problemas en la misión tripulada.
La NASA no se fía de ella y para Boeing es un negocio ruinoso. La pregunta que cabe preguntarse entonces es si la Starliner volverá a volar. Para Bill Nelson, el jefe de la NASA, no cabe ninguna duda: es «100% seguro» que la Starliner vuelva a volar.
La NASA ha puesto 5.000 millones de dólares en Starliner y a la Estación Espacial Internacional le queda más de un lustro para su retirada: qué menos que completar la certificación el año que viene y tener dos naves disponibles, como estaba previsto, para no depender enteramente de la Crew Dragon.
Al otro lado de la balanza, la Crew Dragon va como un tiro: ya hay varias en operación, hay también dos torres de lanzamiento disponibles (SpaceX acaba de adaptar la plataforma SLC-40 para vuelos tripulados) y SpaceX está trabajando con la NASA para ampliar su vida útil a más de cinco vuelos.
Tampoco parece realista que Starliner pueda completar los seis vuelos previstos para la NASA. Con suerte completará su certificación el año que viene, pero no podrá empezar con los vuelos regulares hasta el año siguiente. Teniendo en cuenta que la NASA hace dos rotaciones de astronautas al año y que la Estación Espacial Internacional se jubilará en 2030, como mucho hará cinco, o incluso menos: tres vuelos, los únicos que tiene contratados en firme.
Ahora mismo lo único que parece claro es que Starliner tiene una última oportunidad: si falla algo más durante su reentrada, con la nave vacía, entonces la NASA habrá salvado una crisis comparable al desastre de Columbia, y Boeing habrá clavado el último clavo en su propio ataúd.
Imágenes | NASA
En Xataka | La decisión está tomada: SpaceX rescatará a los astronautas de la NASA y la nave de Boeing volverá vacía
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La noticia
La nave Starliner no solo es una humillación para Boeing: es un pozo sin fondo de dinero que ya no va a poder recuperar
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por
Matías S. Zavia
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Escrito por Redacción Terra FM
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