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Cuando Lord Doyle (Colin Farrell) aparece por primera vez en ‘Maldita suerte‘, ya ha perdido más de 350.000 dólares y, lo que es peor, la noción del límite. Bajo un neón que parece brillar tanto como su desesperación, el personaje se desliza hacia un infierno donde el azar y la culpa se confunden con la misma facilidad con la que se barajan las cartas.
Dirigida por Edward Berger (‘Sin novedad en el frente‘, ‘Cónclave‘) y basada en la novela de Lawrence Osborne, la película transforma el universo del juego en una especie de purgatorio moderno: un espacio de lujo y decadencia donde la ruina financiera es solo el prólogo de la ruina moral. «Estar en Macao es como recibir un golpe en la cara con un bate de béisbol», resume el director en unas declaraciones recogidas por Netflix.
El viaje de Doyle es el retrato de un hombre que confunde el riesgo con la redención. Atrapado entre deudas imposibles y recuerdos que no consigue enterrar, su vida se convierte en una sucesión de apuestas desesperadas. Farrell lo define en el mismo artículo con precisión quirúrgica: «Es, como la mayoría de los adictos, algo narcisista; solo puede ver el mundo a través de sus propias necesidades». Su caída se acelera cuando entra en contacto con Dao Ming (Fala Chen), una prestamista que detecta en él algo más que una oportunidad de negocio. Ambos personajes se mueven entre las sombras, buscando una paz interior que ni el dinero ni la suerte pueden comprar. Entre ellos surge algo cercano a la redención, aunque teñido de tragedia.
Pero ‘Maldita suerte’ no es una historia de amor, sino de deudas tanto económicas como emocionales y espirituales. A medida que Doyle intenta recomponer su vida, el filme muestra cómo el dinero, la culpa y el deseo son solo distintas caras de la misma moneda. «Solo por una vez quiere sentirse libre de vergüenza», dice Farrell sobre su personaje. Y sin embargo, cada decisión lo hunde un poco más. Su historia es la del hombre que busca la paz a través del mismo fuego que lo consume.

En el tramo final, la película se convierte en un estudio sobre el perdón y la pérdida. Dao Ming desaparece, pero su presencia sigue guiando a Doyle como un eco espectral. «Ella es un fantasma que lo acompaña y lo redime», explica Berger. Cuando él quema su dinero en un templo -un gesto tan absurdo como espiritual-, el espectador entiende que el juego ha terminado. Lo que se apuesta ya no son fichas, sino el alma en sí misma. La película pasa de los brillos de Macao a la calma y lo hace de una manera casi hipnótica.
El cierre llega con un inesperado baile entre Doyle y Cynthia (Tilda Swinton), una escena que Berger reserva para los créditos como un respiro de humanidad. «Es una celebración de la vida», dice el director, «y de que ambos puedan tener un nuevo comienzo». Tras tanto ruido y desesperación, ‘Maldita suerte’ termina con una imagen sencilla: dos personas que, por un instante, dejan de apostar y simplemente bailan. Un gesto que vale más que mil palabras.
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La noticia
Final explicado de ‘Maldita suerte’, la película de Netflix con Colin Farrell y thriller psicológico del director de ‘Cónclave’
fue publicada originalmente en
Espinof
por
Belén Prieto
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Escrito por Redacción Terra FM
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