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Cuenta la historia que en el año 332 a.C., Alejandro Magno llegó a Egipto bajo el dominio de los persas. Se dice que el conquistador y su tremendo ego se adentraron en el interior del templo de Amón buscando el reconocimiento de los dioses. Es difícil discernir hasta dónde llega la leyenda de Magno, pero en el caso de Napoleón, las referencias son más cercanas. ¿Qué ocurrió realmente cuando Bonaparte llegó a Egipto y, supuestamente, se llevó consigo el gran secreto?
Emulando a los grandes. Primero vayamos con lo que se sabe. Los historiadores siempre recuerdan que Napoleón fue, entre otras muchas cosas, un ferviente admirador de otros grandes conquistadores como Julio César o el mismo Alejandro Magno. De hecho, cuando Bonaparte llegó a Egipto en 1798, recordó aquella anécdota repetida donde Magno se adentró en el templo y acabó convenciendo a todos de que el oráculo lo había declarado hijo de Amón. Siendo así, Napoleón no quería ser menos.
Como explicaba Peter Tompkins en su obra Secretos de la Gran Pirámide, pretendía emular a otros dos grandes estrategas militares que también habrían decidido vivir esta experiencia de encontrarse a sí mismos.
El misterio que se llevó a su lecho. Así, se dice que Napoleón, en plena campaña por Egipto y Siria, regresa al Cairo para pasar una noche en el interior de la Gran Pirámide. Además, quería estar solo en el último lugar de descanso del gran faraón Keops. Entró acompañado de su séquito y un religioso musulmán. El grupo caminó por los pasillos estrechos hasta llegar a la cámara del rey, el corazón de la única de las siete maravillas de la antigüedad aún en pie, y lo dejaron. Una noche entera.
Al cabo de siete horas, cuando el sol ya iluminaba la meseta funeraria de Giza, Napoleón salió pálido y desconcertado. Sus hombres querían saber qué le había pasado, a lo que el general se limitó a responder: “Aunque os lo dijera, no me creerías”. No quiso volver a hablar de ello nunca más. El secreto entre él y las piedras milenarias nunca se supo.
Como en tantas historias y relatos del pasado, es difícil discernir si estamos ante un hecho histórico y fascinante de gran valor (que Napoleón saliera visiblemente afectado de la Gran Pirámide, dijeras aquellas palabras, y se negara en vida a divulgar lo que ocurrió), o de una historia que se hizo más grande de lo que fue. Si bien la historia se ha arraigado en la cultura popular, su veracidad sigue siendo un tema de debate entre historiadores y académicos.
Es real. Frente a quienes sostienen que la historia fue inventada o embellecida para realzar la imagen del conquistador y alinearlo con los faraones, otros afirman que hay pruebas suficientes para respaldar dicha afirmación. Una de las más importantes que se citan con frecuencia son los relatos proporcionados por Dominique Vivant Denon, un artista que acompañó la expedición de Napoleón.
Las memorias de Denon describen una noche que pasó dentro de la Gran Pirámide y mencionan la presencia de Napoleón junto con algunas personas confiables. Sin embargo, los escépticos sugieren que la narrativa de Denon podría haber estado influenciada por un deseo de glorificar la grandeza de Napoleón.
A pesar del escepticismo, otros testimonios y registros del mismo período brindan apoyo adicional a la afirmación. Uno de esos relatos proviene del coronel Ségur, quien sirvió en el ejército de Napoleón y corroboró los detalles generales de la historia. Sin embargo, debido a la limitada evidencia disponible, los detalles precisos de la supuesta noche de Napoleón dentro de la Gran Pirámide seguían siendo un misterio.
En la novela La Pirámide Inmortal, el autor Javier Sierra también sugiere en el epílogo y la introducción que, aunque el escrito es producto de la imaginación, Napoleón sí pasó una noche en la pirámide.
Es un mito. Por el contrario, frente a quien piensa que la historia es totalmente verídica, también hay suficiente información para pensar lo contrario. En la biografía de Bonaparte, escrita por su secretario personal Louis Antoine Fauvelet de Bourrienne, no se cuenta que entró en la pirámide ni pasó una noche en sus aposentos (aunque sí se dice que envió a varias personas a contarles sus impresiones).
En este sentido, Bourrienne contó que Bonaparte salió de El Cairo hacia las pirámides. Tenía la intención de dedicar tres o cuatro días a examinar las ruinas de la antigua Necrópolis de Menfis, pero de repente se vio obligado a modificar su plan. Dicho viaje a las pirámides, ocasionado por el curso de la guerra, ha brindado, según su secretario personal, la oportunidad para la invención de muchos mitos:
“Bonaparte ni siquiera entró en la gran pirámide. Nunca pensó en entrar en él. Ciertamente debería haberlo acompañado si lo hubiera hecho, porque nunca me separé de su lado ni un solo momento en el desierto. Hizo que algunas personas entraran en una de las grandes pirámides mientras él permanecía fuera, y recibió de ellas, a su regreso, un relato de lo que habían visto”, explicó.
La escritora e historiadora Shannon Selin, autora de Napoleon in America, contaba en su blog personal que hay muchas leyendas en torno a Bonaparte, pero muy pocas reales. En el caso que nos ocupa, la autora explica que el problema es que nadie que estuvo con Napoleón en Egipto informó que alguna vez entró en una pirámide.
El mito de la nariz de la esfinge. Selin también recuerda un mito muy difundido a raíz de la reciente película de Ridley Scott. En su bitácora parece dejar claro que las tropas de Napoleón no dispararon cañones contra las pirámides ni que el militar fuera responsable de la destrucción de la nariz de la Esfinge, habiendo ordenado a sus tropas que la usaran para prácticas de tiro con cañones.
De hecho, la historiadora recuerda que la nariz de la Esfinge desapareció mucho antes de que Napoleón y sus tropas llegaran a Egipto. Es más, se cree que la escultura se ha ido desmenuzando por efecto de la erosión, de forma que el rasgo facial se derrumbó de forma natural.
Napoleón y Egipto. Lo cierto es que, con la información que disponemos y las palabras del propio Bourrienne, su secretario personal, el relato de la noche de Napoleón en las pirámides está más cerca del mito que de otra cosa. Además, que se sepa, Bonaparte nunca mencionó nada sobre su visita a la pirámide.
Sea como fuere, sirve como un recordatorio del legado perdurable de Napoleón y su periplo por Egipto, un enclave donde los franceses nunca lograron hacerse con el control. De hecho, la expedición fue un fracaso militar a pesar de las victorias iniciales. Bonaparte abandonó en 1799, regresó a Europa y se centró en su conquista. Los franceses finalmente se retiraron de Egipto en 1801.
Por último, de alguna forma, todas estas historias en torno a Napoleón y Egipto despertaron lo que luego se conoció como egiptología. Los científicos que acompañaron al conquistador recorrieron el país de norte a sur y describieron el mismo en Descriptión de l’Égypte, una obra que consta de 12 volúmenes publicados entre 1809 y 1822. Si bien las secciones sobre arqueología no son extensas, despertaron un inmenso interés en todo el mundo.
Imagen | Nina, Anderiba12, Ricardo Liberato, Description de l’égypte, Jean-Léon Gérôme, Jacques-Louis David
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La noticia
«Aunque os lo dijera, no me creeríais»: el misterio de lo que vio Napoleón cuando durmió en la Gran Pirámide de Egipto
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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Escrito por Redacción Terra FM
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