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Una carrera frenética con vehículos futuristas en entornos naturales, mientras suena ‘Firestarter’ de Prodigy. Los coches vuelcan en las curvas más cerradas, pasan por encima de conductores derribados, caen al vacío, todo es registrado meticulosamente en las decenas de cámaras que acompañan a los jugadores. Parece una nueva versión de ‘La carrera de la muerte del año 2000’, pero no: es un circuito de karts sin motor construido en Vietnam y cuyo salvajismo están viralizando en redes los devotos del trompazo y el moratón.

El paradisiaco sur de Vietnam. Esta atracción, situada en el parque de atracciones Cao Nguyen Hoa, está en Da Lat, capital de la provincia de Lam Dong, al sur de Vietnam, que también es uno de los destinos principales del país debido a su clima fresco y su abundancia de atracciones turísticas. El monasterio Truc Lam, el palacio del rey Bao Dai, el lago Xuan Huong o la cascada Prenn son algunos de ellos, pero ninguno como este demencial circuito de karts sin motor: se mueven por la inclinación natural del trayecto, y los conductores solo tienen un rudimentario volante (en uno de los vídeos se ve cómo se desencaja del armazón del coche) y unos frenos que no parecen funcionar demasiado bien.

Los supercamorristas. La comparación con ‘Mario Kart‘ es obvia: aunque no veamos potenciadores con forma de seta gigante, el colorido de los vehículos y el extrañamente paradisiaco entorno recuerda a los despreocupados barullos de la franquicia de Nintendo. Es un entorno que resta dramatismo a las frenéticas carreras. La velocidad, eso sí, depende mucho del riesgo que se busque: hay carreras más reposadas, y otras que, con un impulso inicial importante, puede proporcionar toda la sensación de estar asistidas por el popular nitro. 

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Más que karts. No es la única atracción que podemos disfrutar en Cao Nguyen Hoa. Entre otras posibilidades para pasar el día en el parque tenemos también un columpio gigante de los que dejan suspendidos al usuario al borde de un precipicio, jardines y una piscina infinita. La entrada cuesta alrededor de 100.000 VND, apenas algo menos de cuatro euros. 

Disfrutar con las desgracias ajenas. El poder cómico de los vídeos de trompazos está claro desde que el cine mudo categorizó los tartazos, los resbalones y las persecuciones multitudinarias como canónicas dentro del humor internacional. Fenómenos como ‘Jackass‘ o, en España, ‘Vídeos de primera’, fueron antecesores analógicos de uno de las categorías de vídeos más consumidas de internet: los fails, hasta el punto de que la definición de los mismos pasó al lenguaje común.  

Al cerebro le gusta. Hay múltiples teorías que explican por qué nos gusta ver una carrera que, en vez de discurrir plácidamente, está llena de golpes y accidentes, sobre todo si estos se desarrollan en un entorno de comedia y donde nadie sale herido, lo que proporciona un inofensivo efecto catártico. Y por supuesto, no hay que olvidar el tradicional Schadenfreude, que dicen los alemanes, el disfrutar de las desgracias ajenas a pequeña escala. Las torpezas del prójimo, que mejor forma de tomar oxígeno en la mediocridad del día a día.

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